Louis Hachette y la genialidad de algunas ideas

De trenes y miedos a la tecnología

07 Feb. 2019

Los avances tecnológicos dan miedo. Vértigo, a veces. La ignorancia, atrevida tantas veces, puede jugar en nuestra contra. Pero, ¿cómo enfrentarnos a ese futuro con creatividad? ¿Cómo proyectar nuestras visiones y talentos en torno a una realidad que está por hacer? 

Bucear por la historia puede ayudarnos. Viajar al pasado es también una forma de encontrar sentido y aprender de aquellos que antes que nosotros se enfrentaron a la incertidumbre del progreso. 

Louis Christophe François Hachette es un buen ejemplo. En 1852, el editor francés tuvo una idea genial. ¿Su objetivo? Superar el miedo a la velocidad generado por los primeros trenes de la historia.

La tarea no era fácil. Acostumbrados a la parsimonia de la diligencia, los treinta kilómetros de velocidad a los que viajaba el ferrocarril generaron toda una secuencia de miedos que en algunos casos rozaron los límites de la ficción. 

Para muestra, un botón. En 1835, la Academia de Medicina de Lyon se pronunció categóricamente sobre los peligros del ferrocarril. A semejante velocidad, el cerebro podía estallar. Pero no solo: "El polvo y el humo ocasionarán bronquitis. El temor a los peligros mantendrá a los viajeros en una ansiedad perpetua que será el origen de enfermedades cerebrales", apuntaba la institución. 

Ni corto ni perezoso, Hachette decidió transformar aquel miedo en oportunidad. El editor preparó obras de Dickens, George Sand y cuentos para niños y cerró acuerdos con siete compañías de ferrocarril. Su plan maestro pasaba por crear una editorial para vender libros de bolsillo en las estaciones y evitar así que la gente mirara por la ventana. 

Hoy, Hachette Group es un grupo internacional con sede en Francia, líder en el sector editorial. Los trenes, convertidos en medios de transporte de alta velocidad, baten récord cada año.

El pasado año ganaron los japoneses. En una prueba junto al monte Fuji, un tren maglev (del inglés, magnetic levitation) alcanzó la velocidad punta de 603 kilómetros / hora. 

¿No es genial? 

Si quieres descubrir otras pequeñas grandes anécdotas de la historia, visita nuestra sección de "Genialidades" de "Reimagina el trabajo" dedicada a explorar el pasado en busca de inspiración para un futuro posible. 

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